Una jornada en el Refugio de Rapaces de Montejo

Una jornada en el Refugio de Rapaces de Montejo

Esta mañana de invierno un pequeño grupo de naturalistas se ha dado cita en Montejo de la Vega, en las gargantas del Riaza, en el nordeste de Segovia. Viniendo de Francia para algunos días, sería impensable dejar pasar la ocasión de ver uno de los lugares más emblemáticos de la ornitología española, sobre todo cuando estamos invitados a observar de cerca un banquete de buitres leonados. Además, estamos acompañados por el Dr. Fidel José Fernández, conocedor inigualable de las especies naturales de la región. Nos promete una jornada inolvidable. El tiempo lluvioso podría bien disuadir a las rapaces de dejar sus cortados, pero según Fidel José los buitres están tan hambrientos que vendrán a comer incluso bajo la lluvia.

Lejos de la capital, descubrimos con sorpresa un pequeño pueblo aún preservado de los estragos de la urbanización intensiva. Esta autenticidad intacta confiere al sitio un encanto inédito. Vivir en un lugar tan apacible debe ser una verdadera bendición para los habitantes de Montejo de la Vega. Tenemos pronto la suerte de encontrar a uno de ellos. Hoticiano Hernando ha actuado todo su vida como guarda del Refugio de Rapaces de Montejo, para preservar su carácter salvaje. Ahora jubilado, no oculta su preocupación. En el calor de su hogar, intercambiamos algunas palabras con él y los suyos a propósito de la terrible hambre que golpea a los buitres, desde la obligación por la comunidad europea de retirar sistemáticamente el ganado muerto del campo. Felizmente, hay en Montejo un comedero donde los buitres pueden alimentarse. Los ganaderos de pequeñas explotaciones del entorno destinan allí las pérdidas de sus rebaños, aprovechando el útil papel de limpiadores naturales jugado por los buitres desde la noche de los tiempos. Jesús Hernando, hijo de Hoticiano y actual guarda de WWF (ADENA) en el Refugio, nos lleva de granja en granja para cargar con los animales muertos que trasladaremos al punto de alimentación.

El paisaje es encantador, paredes de acantilado emergen de la bruma, iluminadas por la dulce luz invernal. Un mochuelo nos observa posado sobre un montón de piedras, la endeble silueta de una collalba negra se destaca abajo del camino. Al acercarse el coche al comedero, los buitres vienen de todas partes, reconociendo desde lejos el vehículo del guarda. Cuando la carne es descargada del remolque, un extraño ballet de saltos y de batidos de alas se desarrolla ante nuestros ojos. La espléndida escena durará casi una hora, hasta que la carroña sea enteramente limpiada. Después del festín, cuando un rayo de sol atraviesa las nubes, las decenas de buitres reunidos extienden sus inmensas alas para secar su plumaje empapado por la lluvia. Sí, este espectáculo inolvidable permanecerá para siempre grabado en nuestras memorias.

Estas líneas desean resaltar el trabajo titánico de censo de la fauna de la región, y muy especialmente de los buitres, efectuado por el Dr. Fidel José Fernández desde hace 35 años, ayudado por una amplia red de naturalistas. Quien practique algo la observación ornitológica puede imaginar, hojeando la Hoja Informativa sobre el Refugio, los cientos de horas de trabajo sobre el terreno que representa. Su extraordinaria minuciosidad, su precisión, el respeto de las diversas fuentes de información mencionadas con cuidado, son la marca de una labor científica rigurosa y ejemplar. Este documento es mucho más que una simple recopilación de datos, ofrece una visión sintética de la evolución de las poblaciones. Desgraciadamente, los últimos resultados revelan una baja alarmante de los efectivos de buitres desde hace cinco años.

La colonia de buitres leonados del Refugio de Montejo y su entorno fue durante mucho tiempo la más importante de Europa. Una tal concentración de individuos resulta inaudita teniendo en cuenta los desniveles relativamente modestos que presentan las hoces del Riaza, en comparación con otros hábitats tradicionales de buitres leonados. Nos basta evocar, a título de ejemplo, las Gargantas de la Jonte y del Tarn (Parque Nacional de los Cévennes, Francia), cuyas dimensiones mucho mayores ofrecen a las rapaces grandes márgenes de tranquilidad a pesar de una cierta frecuentación humana. Se comprende entonces que una presencia de visitantes recorriendo el conjunto de las hoces del Riaza no dejaría de perturbar a las rapaces y de romper el equilibrio natural tan delicado que da a esta joya de naturaleza su valor único. Es pues urgente actuar, tanto a nivel local como a nivel europeo, a fin de descartar, una a una, todas las amenazas que pesan sobre los buitres, para que estas rapaces todavía demasiado despreciadas puedan alimentarse y nidificar dignamente. Esperamos ver un rayo de sol disipar las nubes y devolver su porvenir a estas aves maravillosas.

Émilie y Françoise Delepoulle

Hoces del Riaza - Fotografia: Françoise Delepoulle